[crítica de obra de teatro]
La omisión de la familia Coleman es la primera obra de Claudio Tolcachir, dramaturgo argentino que dirige Timbre 4 y que tiene una intensa actividad creadora desde muy joven en Buenos Aires. Ahora viaja por España con algunas de sus producciones y por primera vez convierte a los Coleman en una familia catalana, sus personajes cambiaron de rostro, pero han mantenido sus personalidades, temores y deseos más íntimos. Vi esta obra por primera vez hace cinco años en el teatro de la Asociación de Artistas Aficionados en Lima como parte del FAEL (Festival de Artes Escénicas) 2013, me impactó, me dejó con la boca abierta ver en escena una familia, que podría ser la de cualquiera, lidiando torpemente con afectos y adversidades que podrían ser los de cualquiera. Hace unos días la volví a ver aquí en Barcelona, y me sorprendí gratamente conectando con esta versión catalana tanto como con la versión argentina. Los Coleman de Catalanuya han sintonizado bien y muestran sus trapos sucios de la misma manera natural que los argentinos.
Llama poderosamente mi atención cómo una pieza teatral de hora y media puede condensar tanto dolor, silencios reprimidos, palabras como ruido, impotencia, marginación y abandono. Los Coleman son un universo de lo infantil, de egoísmo, de ternura entre hermanos, de cariño protector, de vergüenza, de crueldad. En un salón de casa como escenario, con sofás viejos, comedor pequeño, ropa apilada junto a una máquina de coser vemos los prolegómenos de una familia que se disuelve y podríamos vernos reflejados en ella, ser sus espectadores nos pondrá frente a ese espejo irremediable, será otra oportunidad para ver-nos. Hay una joven que intenta algo de orden para su vida dentro de sus desestructurados parientes (Bruna Cusí), una madre que nunca maduró (Roser Batalla), un hijo que ha optado por el alcohol (Ireneu Tranis), una abuela que intenta marcar los límites haciendo de madre (Francesca Piñón), una hija que se “salvó” y que ahora visita en plan benefactor a los damnificados (Vanessa Segura), y claro, también está el más vulnerable, al que más se quiere implicar y al que menos en serio toman, Salva (Sergi Torrecilla), a quien no se le termina de contener y quien al mismo tiempo, une y divide. Veo de nuevo a estos personajes tan bien logrados y admiro más a Claudio Tolcachir.
Los nuevos Coleman siguen impactando, han vuelto a enfrentarnos a una de las cosas más en común que tenemos las personas, seamos de donde seamos, la familia. Con ellos volvemos a pensar en la idea de familia que tenemos o en lo frágil de las uniones, en lo raros que pueden ser vistos nuestros hábitos desde fuera, en la compasión, en la ayuda mutua y sobre todo en el egoísmo, en el ajeno y en el propio.
La omisión de la familia Coleman es un drama que se digiere con humor, uno sutil, cruel, negro, de lo cotidiano, ese humor que nos hace camuflar todo lo que no podemos soportar en la vida.
Esta obra tiene la capacidad de mostrar uno de los grandes problemas que tenemos como humanidad en un pequeño salón de casa, con un lenguaje simple y con una situación tan real como el día a día. Si el teatro nos pone cara a cara con nuestros afectos, esta obra, acercándonos a la navidad, resulta imprescindible para ver-nos.
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